Cuento del Camino 2: Aparecida Campos (47 años, Portugal): ‘En el Camino abracé a mi niña interior’

‘Tras 13 días de camino, llegué a Santiago de Compostela el 21 de mayo de 2022. De alguna manera, todavía siento que estoy allí en ese preciso instante  en el que tiré mi mochila al suelo frente a aquella imponente Catedral, mientras mis lágrimas rodaban por mis mejillas. Era como si mi alma quisiera acariciarme y mostrarme lo feliz que era. ¡Lo logré! No puedo describir con palabras lo que sentí. Diría que mi emoción era tan grande como la grandeza de la Catedral. ¡Sentía que iba a explotar! Cuando era adolescente, y soñaba con hacer el Camino de Santiago, me imaginaba lo que sentiría. En aquel entonces esa sensación ya era real. Cuando llegué a la Catedral 31 años después, tuve ese mismo sentir. Me di cuenta de que mi sensación era surrealista, indescriptible e inconmensurable.

¡Mi Camino fue mágico! Con todo lo que el Camino de Santiago te puede enseñar , me encontré con dificultades que sólo sirvieron para dar más fuerza y sentido a mi camino. Encontré ángeles por todas partes. Experimenté la magia que conlleva  permitirle  al Universo guiar cada paso que di, ¡simplemente confiando en el Universo! Tuve ampollas que no pudieron detenerme. ¡Al contrario! Me mostraron lo agradecida y cuidadosa que debo ser con mis pies al final de la caminata diaria.

Aunque soñaba con hacer el Camino de Santiago desde hace 31 años, la única preparación que tuve fue mental. Imaginé el camino y lo hice mentalmente muchas, muchas veces. No seguí las innumerables recomendaciones. Me desperté un hermoso día de marzo de 2022 con una voz interior que me decía que era el momento de cumplir ese sueño y empezar a caminar en primavera. ¡Seguí esa voz y mi corazón! ¡Así soy yo! Y , por supuesto, aconsejo a todo el mundo que se prepare para el Camino física y mentalmente. En mi caso, en el Camino de Santiago, no se trataba de ser capaz de recorrer  10, 20, 30 o 40 kilómetros al día. Se trataba de ser consciente de que una parte del antiguo yo, la persona que no se atrevía a seguir sus sueños, quedaba atrás con cada paso que daba. Se trataba de dar  espacio a  la nueva yo, que asumía la responsabilidad sobre  su propio destino.

La niña de 16 años que soñaba con hacer el Camino de Santiago esperaba a la mujer de 47 años que ahora era. Se encontraron frente a la Catedral. El Camino de Santiago significó mirar a los ojos de aquella niña soñadora. Aquella niña escondía sus sueños dentro  de su alma, sin decírselo a nadie, porque los demás consideraban sus sueños como fantasías . Era el año 1998. Recuerdo el día exacto, el 2 de febrero. El día en que dejé de soñar. Había guardado mis sueños en un cajón, lo había cerrado con llave y había entregado las llaves a otra persona.  Quizás lo hiciera por imprudente… . En 2015, mi vida cambió profundamente. Volví a encontrar las llaves de ese cajón, por suerte. Las manos que una vez las sostuvieron las habían dejado caer. Abrí el cajón,   e inhalé un aroma indescriptible que invadió todo mi ser. Desde entonces, abrí ese cajón todos los días y juré hacer realidad mis sueños.

 Por ello, no importaba cuántos kilómetros recorriera al día. Lo único que quería era mirarle a los ojos a  la niña interior que habitaba en mi; tomarle de la mano, y decirle que a la mujer en la que se había convertido, no le importaba lo que la gente  dijera  sobre sus sueños. Sólo le importaba hacer realidad cada uno de esos sueños. En el momento en el que me encontré con esta chica, sólo le dije una cosa: ¡Sueña mucho, de verdad, porque yo estaré contigo para hacerlo realidad!

Hacer el Camino de Santiago fue más que un sueño hecho realidad. Fue un rescate interior. A cada paso que di, un pedacito de mí  se quedó en aquel  Camino mágico. Dejé mis lágrimas en los ríos, así que me convertí en el río… Con  cada rosa y flor que olía, me convertía en su perfume… A cada canto de pájaro que oía, permití que mi alma bailara. A cada paso, me convertía en pura gratitud y contemplación.

Era el año 2022. El 21 de mayo, tiré mi mochila al suelo y abracé a mi niña  interior soñadora, y nos fundimos en una para avanzar y soñar juntas.’

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